No sé qué hacer.
Juárez bueno me dice que haga una cosa
Y Juárez malo me dice que haga otra.
Alguien ayúdeme.
Tuesday, September 18, 2007
Monday, September 10, 2007
Sobre rayar billetes
Sobre rayar billetes
(Artículo publicado por primera vez en el semanario The Economist, del 10 de septiembre del 2007. Todos los derechos reservados.)
by Dr. Decom Poser, Departamento de estudios financieros, Universidad de Harvard.
El otro día, celebrando la nueva temporada de éste, su blog de confianza, hice unos billetes conmemorativos. El primero hacía alarde del hecho de una forma un tanto gráfica y ostentosa.
Pero era, en realidad, inofensivo. Así que fui al banco a pagar el internet y cuando andaba dándole el dinero a la cajera, me percaté de que se detuvo a examinar el billete al momento de contar el pago. Acto seguido, llamó al gerente de la sucursal a que lo viniera a revisar. Ante la situación, me hice el desentendido y simplemente, en caso de ser requerida, empecé a esbozar una excusa de que me lo acababa de dar así el cajero automático. Pero a la hora de la hora no fue necesario porque el gerente simplemente le indicó a la cajera que me lo aceptara, y ya. Sin embargo, yo, muy conspicua y como desinteresadamente, le pregunté: ¿Había algún problema? ¿pensaban que era falso o qué? Y me dijo, "No, es que estaba rayado. Y si un billete está rayado con una leyenda política o religiosa, pierde su valor."
Como quien dice, el Banco de México es un gran mago. Tú trabajas por obtener dinero, y la reserva del país la respalda. Tú, al tener un billete, eres dueño de una fracción de la economía del país, de una riqueza que te es legada a través de dicho instrumento. Ahora, el billete en sí no tiene ningún valor. El valor real está en la economía y en la esperanza de que el pinche Banco Central no imprima papeles a lo pendejo que lleve a una devaluación de la moneda. El billete es sólo una abstracción del VALOR, no es valor en sí. Es PAPEL. En tanto que es un pedazo de papel que tiene una denominación impresa que es real, el Banco no tiene derecho a decirte que, salvo que lo destruyas o le quites una parte física al billete, éste no sirve. Un billete viejo de cien, todo arrguado y chingado, no vale noventa.
Para los alquimistas del Banco de México, el ponerle una palabra a un instrumento representativo del valor le quita el valor. Es como de David Copperfield la cosa. O sea, para ellos, esto:
deja de valer si le haces esto:
¿Cómo? ¿por qué? ¿cuándo? Nada: moralismo y mamadas. En fin, como ustedes sabrán, yo y mi amigo el Jey vamos un paso adelante siempre. Si no me creen, chequen nuestra solución.
¡Ajá! ¡Sin leyenda política, vuelve a valer! Así que, amigos, la moraleja es: júntense con los chingones.
Y a Guillermo Ortiz et al, les aviso atentament que, en algún lado de este país, hay un billete de 50 pesos con una dedicatoria para ustedes....
---
Les presento a continuación dos ejemplares de la colección "Denuncias en billetes: un acercamiento a la obra de grafitti monetario de Dec Omp Oser desde la perspectiva del mito histórico mexicano". Éste es sólo un pequeño extracto de lo que será la obra y museografía de mi exposición que podrán disfrutar dentro de poco en el museo Rufino Tamayo.
La frase Y eso que la guerra la perdimos, pronunciada por el General Ignacio Zaragoza apunta hacia un cuestionamiento cabal de los mecanismos de mitificación de los episodios históricos más representativos de la historia mexicana. La Batalla de Puebla, acaecida el cinco de Mayo de mil ochocientos sesenta y algo, es un perfecto ejemplo de un episodio mitificado. A pesar de los balances negativos de la guerra que incluyen la efectiva invasión de los franceses y el sometimiento de las fuerzas del estado mexicano, en el imaginario colectivo se preserva una idea de grandeza debido a que se ganó una batalla. El que la ocupación francesa se haya consumado resulta un detalle irrelevante e incluso excluido de lo que la plebis sabe y recuerda acerca de dicho acontecimiento histórico. En este sentido, el billete contiene una doble interpretación: apela a la autocrítica desde el futuro de los mismos héroes nacionales que tuvieron una visión más completa de los hechos y cuestionan su merecimiento de aparecer en los billetes, y a la vez, llama la atención del público, seguramente ignorante y abyecto, sobre un asunto de vital trascendencia en la consolidación de la figura oprobiosa y patética del mexicano moderno: el que nos intenten vender episodios históricos excepcionales como victorias y los asumamos como tal. Haciendo analogía con el futbol, es como si la selección perdiera 6-1 contra su similar francés, y los medios exaltaran el único gol y lo anunciaran como logro heróico.
En esta presentación, el artista Dec Omp Uesto, se burla de una de las páginas históricas más trágicas pero a la vez más irrisorias y cábulas de la vida de el ilustre benemérito indígena cuyo busto ligeramente obeso, de ancha naríz y cabeza redonda nos observa a todos desde una medialuna alabastrina en la Alameda. La pérdida del borreguito del jóven pastor Benito Juárez fue un hecho que, sin duda, resulta el más relevante de su vida de acuerdo con las percepciones de los mexicanos. "Si no hubiera perdido ese borreguito, jamás se habría vuelto presidente de esta república". El billete busca recrear la posible reacción de este zapoteco ilustre al momento de enterarse de la desaparición de tan entrañable ovino, para a su vez incitar a la reflexión cesuda sobre la ontogénesis epistemológica del liberalismo mexicano en el ideario común.
(Artículo publicado por primera vez en el semanario The Economist, del 10 de septiembre del 2007. Todos los derechos reservados.)
by Dr. Decom Poser, Departamento de estudios financieros, Universidad de Harvard.
El otro día, celebrando la nueva temporada de éste, su blog de confianza, hice unos billetes conmemorativos. El primero hacía alarde del hecho de una forma un tanto gráfica y ostentosa.
Pero era, en realidad, inofensivo. Así que fui al banco a pagar el internet y cuando andaba dándole el dinero a la cajera, me percaté de que se detuvo a examinar el billete al momento de contar el pago. Acto seguido, llamó al gerente de la sucursal a que lo viniera a revisar. Ante la situación, me hice el desentendido y simplemente, en caso de ser requerida, empecé a esbozar una excusa de que me lo acababa de dar así el cajero automático. Pero a la hora de la hora no fue necesario porque el gerente simplemente le indicó a la cajera que me lo aceptara, y ya. Sin embargo, yo, muy conspicua y como desinteresadamente, le pregunté: ¿Había algún problema? ¿pensaban que era falso o qué? Y me dijo, "No, es que estaba rayado. Y si un billete está rayado con una leyenda política o religiosa, pierde su valor."
Como quien dice, el Banco de México es un gran mago. Tú trabajas por obtener dinero, y la reserva del país la respalda. Tú, al tener un billete, eres dueño de una fracción de la economía del país, de una riqueza que te es legada a través de dicho instrumento. Ahora, el billete en sí no tiene ningún valor. El valor real está en la economía y en la esperanza de que el pinche Banco Central no imprima papeles a lo pendejo que lleve a una devaluación de la moneda. El billete es sólo una abstracción del VALOR, no es valor en sí. Es PAPEL. En tanto que es un pedazo de papel que tiene una denominación impresa que es real, el Banco no tiene derecho a decirte que, salvo que lo destruyas o le quites una parte física al billete, éste no sirve. Un billete viejo de cien, todo arrguado y chingado, no vale noventa.
Para los alquimistas del Banco de México, el ponerle una palabra a un instrumento representativo del valor le quita el valor. Es como de David Copperfield la cosa. O sea, para ellos, esto:
deja de valer si le haces esto:
¿Cómo? ¿por qué? ¿cuándo? Nada: moralismo y mamadas. En fin, como ustedes sabrán, yo y mi amigo el Jey vamos un paso adelante siempre. Si no me creen, chequen nuestra solución.
¡Ajá! ¡Sin leyenda política, vuelve a valer! Así que, amigos, la moraleja es: júntense con los chingones.
Y a Guillermo Ortiz et al, les aviso atentament que, en algún lado de este país, hay un billete de 50 pesos con una dedicatoria para ustedes....
---
Les presento a continuación dos ejemplares de la colección "Denuncias en billetes: un acercamiento a la obra de grafitti monetario de Dec Omp Oser desde la perspectiva del mito histórico mexicano". Éste es sólo un pequeño extracto de lo que será la obra y museografía de mi exposición que podrán disfrutar dentro de poco en el museo Rufino Tamayo.
La frase Y eso que la guerra la perdimos, pronunciada por el General Ignacio Zaragoza apunta hacia un cuestionamiento cabal de los mecanismos de mitificación de los episodios históricos más representativos de la historia mexicana. La Batalla de Puebla, acaecida el cinco de Mayo de mil ochocientos sesenta y algo, es un perfecto ejemplo de un episodio mitificado. A pesar de los balances negativos de la guerra que incluyen la efectiva invasión de los franceses y el sometimiento de las fuerzas del estado mexicano, en el imaginario colectivo se preserva una idea de grandeza debido a que se ganó una batalla. El que la ocupación francesa se haya consumado resulta un detalle irrelevante e incluso excluido de lo que la plebis sabe y recuerda acerca de dicho acontecimiento histórico. En este sentido, el billete contiene una doble interpretación: apela a la autocrítica desde el futuro de los mismos héroes nacionales que tuvieron una visión más completa de los hechos y cuestionan su merecimiento de aparecer en los billetes, y a la vez, llama la atención del público, seguramente ignorante y abyecto, sobre un asunto de vital trascendencia en la consolidación de la figura oprobiosa y patética del mexicano moderno: el que nos intenten vender episodios históricos excepcionales como victorias y los asumamos como tal. Haciendo analogía con el futbol, es como si la selección perdiera 6-1 contra su similar francés, y los medios exaltaran el único gol y lo anunciaran como logro heróico.
En esta presentación, el artista Dec Omp Uesto, se burla de una de las páginas históricas más trágicas pero a la vez más irrisorias y cábulas de la vida de el ilustre benemérito indígena cuyo busto ligeramente obeso, de ancha naríz y cabeza redonda nos observa a todos desde una medialuna alabastrina en la Alameda. La pérdida del borreguito del jóven pastor Benito Juárez fue un hecho que, sin duda, resulta el más relevante de su vida de acuerdo con las percepciones de los mexicanos. "Si no hubiera perdido ese borreguito, jamás se habría vuelto presidente de esta república". El billete busca recrear la posible reacción de este zapoteco ilustre al momento de enterarse de la desaparición de tan entrañable ovino, para a su vez incitar a la reflexión cesuda sobre la ontogénesis epistemológica del liberalismo mexicano en el ideario común.
Subscribe to:
Posts (Atom)