Saturday, July 04, 2009

Regreso

Ni me pregunten por qué lo hago, pues ni yo tengo una buena respuesta para ello. No lo hago por dinero, queda claro (no hay ni google ads por acá, chavos), ni por las mujeres (por el momento ando haciendo voto de castidad). Tampoco lo hago para hacerme de amigos famosos (cero links a plaqueta aquí, lol), ni para sentirme partícipe de ese concurso de popularidad chaqueto llamado blogósfera (llevo 4 años por acá, he acumulado un prestigio moderado entre mis lectores, pero jamás he dado el brinco al mainstream, y a estas alturas todo indica que se trataría de una causa perdida). Y tampoco escribo para caerte bien (¿o cuándo fue la última vez que comenté en tu blog?). Si cada vez escribo menos es porque voy perdiendo certezas en la vida: certeza de que algo que yo diga pueda tener sentido, el que sea. En estos tiempos fastidiosos, en los que las herramientas de internet (léase los blogs y twitter y facebook y etc.) le permiten a cualquiera construir un altar a su propio ego, en los que los foros y los espacios para comentar han gestado toda una raza espuria e inútil de opinólogos hambrientos de atención, capaces de decir lo que sea con tal de obtener 15 efímeros minutos de fama, a un hombre como yo, que aspira a ser consecuente y no dejarse llevar por las corrientes del caudaloso río de la estupidez que inunda la sociedad y arrastra consigo a todos los que se dejan, no le queda más que deslindarse del festejo autocomplaciente y narcisista, y declarar que todo le parece un gran circo de pendejez. Y, por supuesto, reconocer que las cosas que antes solía decir y defender con arrogancia y seguridad no son ahora más que nubarrones de confusión.
Si no escribo es porque no encuentro sentido en opinar, en afirmar. Lo único que deseo es aceptar humildemente que hay muchas cosas que no sé.
Y sin embargo, heme aquí. Como al principio, con la misma plantilla de siempre: royendo las teclas a falanjazos, espetando escarnio como borracho resentido de cantina. Este blog ha muerto y resucitado de forma constante a lo largo de los años. Hoy: aquí sigue, y tal vez seguirá. Tal vez no. Dicen que desde el momento en que nace, el hombre ya tiene edad para morir. Uno no sabe lo que le espera mañana.
A aquél puñado de lectores fieles que han seguido este blog durante años, doy gracias por tomarse el tiempo, por tomarme en serio. Si alguien aprendió algo, si a alguien hice aprender o despertar o cuestionar, entonces significa que algo logré. Eso ya es más que lo que hacen los medios, más que lo que hacen los publicistas, más que lo que hacen esos escritores que disparan un chorro de diarrea contra la pantalla dos veces por semana y luego dan click en PUBLICAR ENTRADA, acumulando decenas de comentarios por entrada.
Porque se van con la finta de la popularidad, con la finta de que si algo tiene 40 comentarios, es que debe ser bueno. Cualquier despliegue mínimo de ingenio, cualquier frase acertada, cualquier texto que logre pegarle a algún clavo, por mínimo e insignificante que pueda ser, termina siendo motivo de los aplausos y jaculatorias de los lectores.

Chicos: ésa debería ser la regla, no la excepción. Un buen texto debe incitar a reflexiones siempre, debe agredir nuestras preconcepciones. Un buen texto no debe tener momentos de ingenio, sino que el ingenio y el significado deben arrasar como arrasa un incendio por un campo de pastos marchitos. El blog como espacio de práctica está bien, en algún lugar se tienen que ejercitar los futuros escritores. Pero les suplico a los lectores que no se limiten a la lectura de blogs. Por favor también lean libros. Lean a los clásicos, a los grandes. No se limiten a lamer los desperdicios de la inteligencia, a desmenuzar mojones en busca de granitos de elote. Si las mazorcas ahí están: los grandes títulos de la filosofía, de la literatura, de la Historia. Al principio pueden resultar confuso, pero tarde o temprano les irán entendiendo y será la experiencia intelectual más fabulosa de sus vidas, se los aseguro.
La mayoría de los blogs populares son los fáciles, los tontos. Están llenos de sandeces que apelan a los denominadores comunes más bajos. Están llenos de referencias a la cultura pop, a lo efímero, a lo tonto. No hay apelación a los valores humanos, a esa serie de dudas existenciales que logran vigencia a través de los siglos y edades.
Actualmente veo el internet y es como si mirara el Bordo de Xochiaca multiplicado por un exponencial infinito. Intento decir algo relevante, pero sé que es como lanzar un mensaje en una botella a un mar de estiércol y miasmas. Estamos ante el mayor basurero cultural de la historia, el vertedero de lo efímero, de la estupidez de toda una generación que, solapada en su condición anónima, virtual, ha encontrado en la red el recipiente perfecto para su mediocridad. De toda una generación que creció creyendo que tiene el derecho a opinar, el derecho a ser escuchada, el derecho a interrumpir el silencio. Y lo peor de todo, creyendo que el mundo está obligado prestarle atención a una de las formas más burdas del narcisismo y la frivolidad que jamás hayan existido.
Ante ello, ante una humanidad que siempre ha hecho las cosas mal, quizá lo más consecuente que pueda hacer un hombre como yo es quedarse callado para siempre, pues en un mundo donde la cacofonía es la música predilecta y natural de las masas, no hay aspiración más digna (ni forma más poética de escupirle la cara a una humanidad que todo arruina y arruinará) que el silencio. Enterrar cualquier sueño de decir algo, sepultarlo bajo una lápida donde aparezca una última inscripción: Murió de realidad. Sus mejores páginas fueron las que no escribió.


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Aquí debería venir la parte que dice: LDCL, 2005-2009, RIP

Pero por fortuna para los que leen y disfrutan este blog, no soy un hombre consecuente. Vuelvo a empezar.