Ya lo sé. No tienen que decírmelo siquiera. Me los imagino perfecto en estos instantes, tirados en la sala de su casa o la de su amigo, media botella de tequila en el estómago que pronto se convertirá en medio litro de guácara en la tasa del excusado. Ni tienen que decírmelo: se pusieron hasta la madre, festejaron el bicentenario con globos, fanfarrias, campanas, cohetes, confetti y mariachis porque son bien mexicanos. Pero ahórrense sus historias de cómo se desgastaron las cuerdas vocales, de cómo se desinflaron los pulmones a gritos. No quiero escuchar acerca de su conmoción emocional al saber que los Tres Próceres de la Patria estarían en los balcones del Palacio Nacional para gritar: ¡Viva México!
Ya lo sé. Ni me digan. Hoy más que nunca se sienten tan emocionados por sus patrias que hasta tienen ganas de llorar. Porque han pasado 200 años de libertad, soberanía y autogestión. Han pasado 200 años desde que México se convirtió en un país independiente, y desde ese entonces, a pesar de nuestros millones de problemas (108 millones, según el Inegi), hemos logrado construir un país fuerte, aguerrido, grande, bello, lleno de gente, colores, políticos y pueblos cálidos y mágicos y sorprendentes.
Así que celebren su patria. Mientras tanto, yo me quedaré acostado en mi cama, sobrio y confundido. Me quedaré preguntando: ¿Qué diablos celebramos? No creo que esté mal celebrar. Digo, el país está tan mal que la idea de morirse e ir al infierno suena como un avance. Como me dijo una vez un cuate: que estés en el hospital no significa que no tengas derecho a festejar tu cumpleaños.
A 200 años de la independencia, la vacuidad de las celebraciones pone en evidencia el hecho de que no sabemos ni qué diablos es México. Sabemos que es un país con territorio, población y (mal) gobierno. Pero más que eso, no lo tenemos claro.
¿Qué diablos somos? A 200 años, ¿qué chingados es México? ¿De verdad nos seguimos tragando la misma perorata de que da lo mismo ser indio lacandón que ser Carlos Slim? ¿Que da lo mismo ser un narco en Tijuana que un hipster en La Condesa? ¿Que da lo mismo hablar raramuri que hablar tzeltal que hablar español con acento de Tepito?
Los gobiernos de derecha tienen mala imaginación. A falta de un entendimiento de la realidad del país, a falta de originalidad e inteligencia, el gobierno lo único que pudo hacer (al igual que todos los gobiernos de derecha) fue convertir todo en una fiesta de banderas y luces artificiales. Convertir 200 años de vida independiente en un espectáculo audiovisual y pirotécnico. Reducir la complejidad de un país a un montón de analfabetas borrachos vomitando por las calles de mi ciudad, meando en los edificios y haciendo caca atrás de los botes de basura. A falta de cualquier noción de lo que significa respetar y querer a un país, el gobierno considera que gastar en unos festejos es la única forma de demostrar su lealtad patriota. El problema es que dicha lealtad no existe. No porque blandiste un palo con un trapo tricolor significa que amas a México. Es siempre lo mismo: respetar el símbolo por encima del país y sus habitantes. Por eso, en lugar de aprovechar la oportunidad para celebrar lo que somos, reducimos nuestra hsitoria a un espectáculo tipo Disneylandia en el que unos charros flamígeros y unos aztecas fosforescentes bailan una coreografía techno. Todo hecho con mal gusto, todo hecho con cargo al erario público.
Insisto: no les diré que esto no merece una celebración. A fin y al cabo, son 200 años. Las conmemoraciones son también una forma de memoria histórica. Lo que me preocupa es la vacuidad de la celebración, la ausencia de un verdadero entendimiento de lo que es México. No nos hemos dado cuenta de que este país corre una terrible crisis existencial. ¿Qué demonios significa ser mexicano en una época global, de internet, mundializada? Una época en la que las tradiciones están cayendo en desuso y en la que la homogeneidad del capitalismo gringo amenaza con convertir el país en poco más que una sucursal de los negocios de algunos hombres Forbes.
A falta de un cuestionamiento profundo, lo único que le queda a este país es a disfrutar las luces artificiales. Y eso justo eso lo que debería de preocuparnos: el tamaño de la celebración es proporcional al de nuestra confusión.
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Escribí esta entrada el día 16 de septiembre por la mañana, pero luego tuve una orgía con dos suecas y una finlandesa y una keniana, así que me olvidé de postearla hasta ahora. Disculpen.
Thursday, September 16, 2010
Tuesday, February 16, 2010
Malentendidos
¿Por qué a la primera muestra de descontento van todos a dejarme ofrendas a mi hipotética tumba? Si no he escrito es porque no he tenido nada que decir, no porque crea que mi labor en este mundo ciberespacial haya terminado o porque crea que el PAN haya solucionado todos mis problemas y ahora no me quede nada salvo descansar.
Por el contrario, los gargajos que se fermentan en mis pulmones los siento cada vez más pesados, cada vez más amarillos y purulentos. Aunque los escupa con la impotencia y el cansancio de quien ha fracasado tanto que el fracaso se ha convertido en su único sentido alcanzable, manchar las banquetas de la civilización con mis inmundicias sigue siendo para mí una responsabilidad.
Así que anden con cuidado, no vaya a ser que se embarren los zapatos.
Por el contrario, los gargajos que se fermentan en mis pulmones los siento cada vez más pesados, cada vez más amarillos y purulentos. Aunque los escupa con la impotencia y el cansancio de quien ha fracasado tanto que el fracaso se ha convertido en su único sentido alcanzable, manchar las banquetas de la civilización con mis inmundicias sigue siendo para mí una responsabilidad.
Así que anden con cuidado, no vaya a ser que se embarren los zapatos.
Saturday, January 30, 2010
Problemas
Este blog está oficialmente en recesión. Lo que pensé sería un catarrito terminó por ser gripa porcina o pulmonía o no sé qué. Y es que francamente, estoy cansado. Tengo un problema, y el problema es que no sé en què consiste este problema. Mi problema no es la escritura: podría fácilmente hilar una serie de comentarios, conectar unas ideas, inventarme unos insultos y escupir con mis palabras la cara de los comemierdas de siempre. Pero por alguna razón que desconozco, no quiero o no puedo o no le veo la importancia. A fin de cuentas, cada vez le veo menos sentido a esto. No lo hago por la popularidad, ni por el dinero, ni por el hecho de expresarme. No me interesa ser leído, los comentarios ni los reviso (dirán: es pobre y se da el lujo de despreciar, y tienen razón). Este blog lo empecé a escribir creyendo que algo podría cambiar, que algo podría influir. Lo empecé porque me pareció que un blog era un buen lugar para transmitirle a las personas mis ideas. Ahora me parece que se trató de una empresa arrogante a más no poder. ¿A qué clase de imbécil se le ocurre que sus ideas son más relevantes que las de los otros? ¿A què clase de cretino le pasa por la cabeza que tiene algo que enseñar? Que su visión de las cosas amerita serle transmitida a los demás.
Yo lo ùnico que veo es que el mundo avanza por un proceso irrefrenable de embrutecimiento. Esto ocurre a nivel global, a nivel nacional, a nivel personal. Los presidentes se van volviendo más idiotas mientras que las personas se van volviendo pendejas, se van volviendo màs conformistas y la historia es cada vez màs aburrida. Todos y cada uno de nosotros tenemos sembradas en nuestros interiores las semillas de la idiotez. Y es la flor de la idiotez la más común y populosa de las que brotan de los espíritus simples. La flor de la idiotez tapiza el mundo y los campos; su pólen vuela por los aires y se transmite y toca los pistilos de otras flores idiotas para formar más y más idiotez. La idiotez es el estado anhelado por nuestra sociedad y se cristaliza en el consumo, en el entretenimiento vacío, en las relaciones de pareja mundanas y en el aburrimiento masivo. La idiotez es el trabajo por el trabajo mismo. La idiotez es mantener un mundo por el simple hecho de que mantenerlo así nos permite comer. La idiotez es el más perfecto de los estados humanos y florece en el momento en el que uno va aceptando que el mundo tal vez no esté tan mal. ¿Y por qué alguien podría creer semejante cosa? Tal vez la respuesta sea más mezquina que romántica: por el hecho de que el sistema que alguna vez lo rechazó, que alguna vez lo trató de freak, que alguna vez lo despreció y lo humilló, ha, después de mucha bilis y después de mucho gritar y blasfemar, empezado a concederle a uno la razón. Y aun así, uno no siente que esto mejore.
Y he ahí el mayor de los problemas.
Yo lo ùnico que veo es que el mundo avanza por un proceso irrefrenable de embrutecimiento. Esto ocurre a nivel global, a nivel nacional, a nivel personal. Los presidentes se van volviendo más idiotas mientras que las personas se van volviendo pendejas, se van volviendo màs conformistas y la historia es cada vez màs aburrida. Todos y cada uno de nosotros tenemos sembradas en nuestros interiores las semillas de la idiotez. Y es la flor de la idiotez la más común y populosa de las que brotan de los espíritus simples. La flor de la idiotez tapiza el mundo y los campos; su pólen vuela por los aires y se transmite y toca los pistilos de otras flores idiotas para formar más y más idiotez. La idiotez es el estado anhelado por nuestra sociedad y se cristaliza en el consumo, en el entretenimiento vacío, en las relaciones de pareja mundanas y en el aburrimiento masivo. La idiotez es el trabajo por el trabajo mismo. La idiotez es mantener un mundo por el simple hecho de que mantenerlo así nos permite comer. La idiotez es el más perfecto de los estados humanos y florece en el momento en el que uno va aceptando que el mundo tal vez no esté tan mal. ¿Y por qué alguien podría creer semejante cosa? Tal vez la respuesta sea más mezquina que romántica: por el hecho de que el sistema que alguna vez lo rechazó, que alguna vez lo trató de freak, que alguna vez lo despreció y lo humilló, ha, después de mucha bilis y después de mucho gritar y blasfemar, empezado a concederle a uno la razón. Y aun así, uno no siente que esto mejore.
Y he ahí el mayor de los problemas.
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